viernes, 22 de abril de 2011

disco rígido

“Yo también te pienso
 (¿Eso te tranquiliza?)
En todas las versiones posibles:
Contradictorias, errantes y azules”
 
“Y entonces él viene, y pide garantías. Él con sus garantías y ella con su impaciencia. El Sr. Garantía y la Srta. Impaciencia. Y ella tiene muchas ganas de gritar: ¡Qué no! ¡Qué no hay garantías! Ni de día, ni de noche, ni de madrugada, ni a almorzar, ni a tomar el té, ni siquiera a la hora de la siesta. Y a la vez a ella, le gustaría ofrecérselas todas, en cualquier horario, firmarle cualquier cosa, prometerle de rodillas que no va a llorar, que no le va a temblar la voz ni una sola vez, que sólo van a hablar de libros o de la última vez que se sentó en el cine, y que por nada nada del mundo le va a pedir que se decida”
 
Hace poco -y un poco casualmente- me encuentro recuperando todos los documentos que suponía perdidos y que estaban en el disco rígido de una vieja computadora. El disco había quedado abandonado, solo, en algún rincón de mi biblioteca. Lo cierto es que yo había decidido abandonarlo por razones muy precisas. Escribía en esa época una especie de intercambio epistolar, pero sin la parte del intercambio. Montones y montones de letritas dirigidas a alguien que de tan sólido se había vuelto inconsistente y extraño. 
Y qué bueno que es que el tiempo pase.