jueves, 1 de marzo de 2012

los albinos según R.


Finalmente R. se adentró en La Cueva. Él se fascinó con el Epílogo (que para mí continua algo inasible, como lo que me hizo llorar) y se enojó con los franceses (retomando una discusión que había tenido yo con M. un tiempo antes, cuando todavía estaba demasiado implicada en lo que había visto como para poder escuchar)

Cuando salió de La Cueva, me mandó un mail larguísimo titulado “Albinos” y al otro día un mensaje de texto que decía “Sos la más albina de tu familia” y no había ninguna duda de que se trataba de un piropo.

Para R. los cocodrilos son Herzog, el amante de lo deforme, de los enanos, de las excepciones, el amante de la locura. “Tan únicos, tan delirantes, tan bellos como los que pintaron las cavernas” Los cocodrilos albinos son, para R., obra de arte. ¿Cómo no iba a ser un piropo que me dijera albina?

Y después estuvo su enojo, claro, que abrió para mí una perspectiva distinta. Y es interesante porque R. divide el mundo en dos y sin embargo su ordenamiento no es reduccionista, no es simple. De un lado la invención, la creación; del otro la atribución de sentido, la explicación, la interpretación: “El que no representa, el que no juega el juego de la creación, juega el juego de la interpretación y cuando interpreta, interpreta para el poder”, para tenerlo, agregaría yo.

El enojo de R. es un enojo apasionado, contagioso. Se detiene en la insistencia de los franceses en “adueñarse otra vez del conocimiento, casi como hacen los yanquis con E.T. o los ingleses con los griegos”. Y se pregunta: “¿Qué más hay que pensar frente a esas líneas hermosas? Hay que llorar y listo. Es como un velorio. ¿Qué importa ya de qué se murió el muerto? ¿Cómo elevan un hecho más que nada sensible, una experiencia física, intentando intelectualizarla, desmenuzarla con la ciencia para poder tolerarla, para poder entenderla? ¿Se puede entender la muerte? ¿Se puede entender el misterio de la belleza?”

Yo le contesté que la peli trataba de eso para mí, de los límites del discurso científico para explicar lo que excede por mucho a las palabras, del encuentro de la ciencia con su imposible, pero que en realidad la ciencia también estaba hecha de relatos y que entonces de lo que se trataba era de los límites de cualquier ficción para explicar eso que él llamaba el misterio de la belleza o de la muerte.

Y entonces es como él dice, lo único que queda es “mirar esos trazos mientras te das cuenta que la idea de que el hombre progresa, evoluciona, es mentira. Eso dicen esos dibujos, que el arte no mejora con el tiempo, que esos dibujos no son menos bellos que un Da Vinci, ni más bellos que un Warhol. Son igual de provocadores de la experiencia de la belleza”
Parece que sí, es cierto, solo queda conmoverse. Llorar o reírse a carcajadas, o todo junto, como prefieran.