En el consultorio de mi analista, una frase: "Para tantos años de análisis, bueno, el asuntito de lo femenino, mmmhh". Quiero replicar: "Bueno, en todo caso, lo femenino no es precisamente un asuntito" pero en lugar de eso me despierto. O quizás lo de la réplica fue después, con el eco de la frase entre las sábanas pero ya despierta. No sé.
(Carla me presta un libro de kimonos que devoro. Un kimono se confecciona sin ninguna pérdida de tela, así, sin ningún desecho, sin desperdicios, sin restos)
Y cuando llegó el momento de hablar del sueño en el consultorio real (real?) una cosa llevó a la otra y no es tan importante cómo (o si) dije "desmayo" y mucho mucho más tarde "espera".
"Lo que acaricia una mano, digno órgano acariciante, no es sólo otra mano, sino que acaricia la propia caricia del otro. Al acariciarse recíprocamente las caricias, las dos personas se sienten transportadas en un estado de embriaguez que únicamente puede tener su origen en los sueños infantiles o en alguna vida anterior. Entrecruzadas, las líneas que permiten predecir el destino, tienden a la lejanía hasta encontrarse en la infinitud de las estrellas" La eternidad no está de más - F. Cheng
Y entonces me paso casi todo un fin de semana recortando y dibujando y después escribiendo y más tarde volviendo a dibujar. Geishas con cositas en la cabeza. Cositas y Geishas. Y mi casa plagada de minúsculos papelitos blancos residuales, exactamente lo contrario a la historia de los kimonos.
Y el asuntito ahi. A veces agotador y otras inquietante.
