domingo, 18 de diciembre de 2011

MIS libros 2011



La eternidad no está de más (F. Cheng)
“Entrecruzadas, las líneas que permiten predecir el destino tienden hacia la lejanía, hasta encontrarse en la infinitud de las estrellas”
Para mi fue una sorpresa enterarme que también escribía ficción. Nada. Belleza. Sobre la espera. Sobre el amor y la espera. Con momentos de una ironía conmovedora, después pura desolación.

Las montañas de la locura (H.P. Lovecraft)
“El motivo exacto que nos hizo mirar otra vez atrás no fue quizás más que el instinto inmemorial del perseguido de saber quién es y por dónde viene el que lo persigue”
Salvo excepciones puntualísimas no leo ni veo terror. Lo excepcionalmente puntual es alguna que otra recomendación y una historia de amor libre con Howard Phillips que empezó hace algunos años porque alguien que quise mucho me regaló “Polaris y otros relatos” en una edición bien bella.
Este año compré “Las montañas…” principalmente porque me gustó el objeto libro y porque adoré su ex libris: “Biblioteca de Mónica y Omar / Un libro prestado y no devuelto es un libro… robado”
Lo que asusta en este caso es lo no dicho, lo que siempre está a punto de decirse y queda escamoteado. Eso, lo que explícitamente se calla, estremece.

Pedro Páramo (J. Rulfo)
“Faltaba mucho para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un rato allí desfigurada, sin dar ninguna luz, y después fue a esconderse detrás de los cerros”
¿Qué es lo que hace que la que estoy siendo ahora empiece a leer, ni un segundo antes ni un segundo después, un libro que precede a todas las que fui? Hay libros que uno no elige, sino que lo eligen a uno y ya. Son los mejores.

Más que humano (T. Sturgeon)
“En aquella guarida, mitad cabaña y mitad caverna, junto a aquel fuego que humeaba en el medio de la habitación y aquella carne que giraba lentamente sobre las llamas, con la ayuda de dos negras que apenas sabían hablar, un bebé mongoloide y una niña de lengua afilada que parecía despreciarlo, pero que nunca lo abandonaba en los momentos de apuro, Lone construyó el aparato. Y no porque estuviera particularmente interesado en el aparato mismo, no porque quisiera entender su principio (que estaba y estaría siempre fuera de su alcance), sino solo porque un hombre que le había enseñado algo que Lone no sabía cómo se llamaba, estaba loco de dolor, necesitaba trabajar y no podía conseguir un caballo”
Llorar como una tonta en un micro de larga distancia de Buenos Aires a Necochea porque creo que es una de las historias de amor más perturbadoras que leí y aunque me decepcionó un poco el final perfectamente podría incluirse en mi lista de los libros que preferiría no haber leído para poder leerlo por primera vez.

Jane, Jane, Jane
"Me abstengo de citar fechas en esta ocasión, dejando a cada cual en libertad de fijarlas a su gusto, convencida de que la cura de las pasiones irremediables y la transferencia de insustituibles amores tienen que variar mucho, en cuanto a tiempo, según las personas. Sólo ruego que todo el mundo crea que en el momento en que fue muy natural que así ocurriera, y no una semana antes, Edmund dejó de pensar en Mary y se sintió tan impaciente por casarse con Fanny como la propia Fanny podía desear" Mansfield Park, J. Austen
Le debo a Jane los instantes de calma en los momentos más difíciles del año. Mejor que ver una novela. Protagonizarla.

martes, 13 de diciembre de 2011

el kit de Mechis



Un trago de Coca a la madrugada.
Si no hubiera dejado de fumar, el primer cigarrillo a la salida del trabajo.
Una película coral.
Lau.
Mi primer viaje a Europa.
Fin de año en Santa Ana y la balsa de los deseos.
Vos.Y el resto de los hermanos también.
Mi próximo viaje a Europa.
Cuevana.
La BlackBerry. Vergonzoso pero cierto.
Mis pantuflas de corderito también en verano.
Ropa, ropa, ropa, ropa y zapatos.
Arcos para cuando lo necesito.
Un taxi.

domingo, 4 de diciembre de 2011

joss paper 金纸

Barrio Chino, domingo, casi verano, media tarde. Compro feliz una caja dorada de papelitos. La variedad es inmensa. Lisos y dibujados. Diferentes texturas. Troquelados. Envueltos. Sueltos. Y cuando digo “feliz” digo lo más feliz que quiero ser en ese momento.

Voy saliendo del negocio y me detengo a preguntar lo que hubiera podido preguntar mil veces en iguales circunstancias y que nunca pregunté mas por pudor que por falta de curiosidad:

Yo: -¿Para qué sirven?
Sr. Chino: -Para quemarlos
Yo: -¡¿Todos?!
Sr. Chino: -Cada uno

Y al impacto, le sigue una felicidad más inmensa. 

Poseer algo sólo a condición de saber que su reverso es la pérdida y estar tranquila, tranquila y contenta con eso.